"Residencial la Estrella de la Muerte", para ser exactos. Y los eslóganes que había en los carteles durante la obra decían: "Viva como un emperador" y "Visite piso piloto".
Hace ya algunos años que a los promotores les ha dado por poner nombres muy grandilocuentes y pomposos a las construcciones, que se ve que así venden más. No es lo mismo ofrecer la segunda fase, compre ya, últimas viviendas, pisos de tres dormitorios con piscina en el Residencial Puerta de las Galaxias, que vender esos mismos pisos en el Edificio Benetúser II (con perdón para los de Benetúser, bello pueblo). Pueden multiplicar el precio de la casa por dos fácilmente gracias a un buen nombre, es lo que tiene el marketing.
-"Yo vivo en la Urbanización Los Altos de Villaimperial. Ossea, ¡y me costó una pastaaa!".
-"Pues yo vivo en Miradores de Andrómeda, Resort & Spa Beauty Luxury Villages y estoy mu contentísima".
Yo pienso que el nombre es lo de menos, lo importante es que te guste vivir allí... Ah, y que tengas buenos vecinos. Esto es casi más importante a la hora de buscarte una casa que la orientación o si llega la fibra óptica. Sé de gente que se ha tenido que mudar por no poder soportar a un mal vecino. Te pueden arruinar la vida. Sí, amigos, es lo que tiene vivir gregariamente, como hacían los griegos (que por eso le pusieron ese nombre: griegario), que tienes que soportar a tus vecinos. Hace poco me contaba un vecino que su ídem de al lado tiene la costumbre de cerrar el W.C. dejando caer la tapa a las tres de la mañana. Claro, en el silencio de la noche, y con lo finas que hacen ahora las paredes, suena como una explosión y lo despierta casi todos los días. El pobre lleva unas ojeras... Otro matrimonio me contaba que justo encima de su casa, en la habitación principal, trabajaba una chica de "vida ligera" y usaba somier de muelles. Se acostaban todas las noches oyéndola "trabajar" sobre sus cabezas... ahí con el ñiqui, ñiqui. ¡Buff, peor que una tortura china!
A los míos y a mí nos gusta vivir en la Estrella de la Muerte. Tenemos una vivienda con unas bellas vistas al planeta Che y con una piscina un tanto peculiar, porque le da la sombra durante buena parte del día y sólo la usamos de julio a septiembre... y por las mañanas nada más. ¡Es que el agua está helada! Aunque hay alguno que lo ves bañarse en mayo o en octubre y no puedes dejar de pensar en cómo se quedarán los pezoncillos de pequeñitos. También tiene un club social, gimnasio con ruso incluido, jakuzzi, etc. El club social, o bar, lo lleva un alienígena que se ríe mucho y sirve unas comidas de chuparse los dedos. Cuando hay fútbol galáctico (y del otro) nos bajamos allí a verlo y echamos el rato entre vecinos y cervezas. Se lo he dicho muchas veces a Leia, mi princesa: que sale mucho más barato tomarse un par de Mahous dos veces al mes y algún bocata, que abonarse a una tele de pago. ¿A que sí?
Lo malo de la Estrella de la Muerte es que siempre está en obras. Nos han colocado unas bandejas de chapa alrededor del edificio para que los cascotes no caigan y maten a algún pobre desgraciado. Sí, amigos, se cae a trozos, pero no passa naaa, está todo controlado. Llevamos años y años de juicios y, algún día, sí, quizá algún día, nos pondrán una fachada nueva de esas metalizadas que se llevan tanto por la galaxia. Solo que, con lo lenta que va la justicia, no lo llegarán a ver ni nuestros nietos, y para entonces, igual lo que se lleva es el leopardo o la piedra natural. Mientras tanto, nos tocará convivir con andamios y parches en las paredes. Pero tiene su encanto: queda más industrial, más... decó.
Convivir es lo bonito que tiene también un residencial. Al año o así de entregarnos los pisos (cuando aún no se caían), a las alienígenas de la Estrella de la Muerte les dio por quedarse preñadas ¡todas a la vez! y claro, Obi Wan tiene un montón de amiguitos de su edad, mes arriba, mes abajo. Daba gusto verlas sentadas en el parque con los carritos, ahí hablando de cosas de mamás y de bebés sin parar, y a los padres corriendo detrás de los pequeños diablos, enseñándoles a montar en triciclo, en patinete, separándolos cuando se peleaban, regañándoles por jugar con el agua de la fuente o por subirse a un árbol. ¡Buff, que cansancio! Pero ya pasó aquella época; dentro de poco se irán todos juntos de marcha, y quedarán en la puerta con las naves espaciales abiertas para que suenen sus potentísimos equipos de música (que, a saber qué tipo de música oirán estos) y se pondrán a hablar de cosas de adolescentes y a hacer cosas de adolescentes.
Otro día os hablaré de mi relación con los vecinos-papás de la Estrella de la Muerte, de cuando vamos a correr los domingos por la mañana, de las fiestas de la finca, de las juntas (¡Ahgg, las juntas!). Incluso nos hemos ido alguna vez a cenar a algún sitio y a tomar copas después. Sí, sí. Pero no creáis que voy a contar nada de eso aquí. Soy un caballero. ¿Qué esperabais?