jueves, 31 de marzo de 2011

La Ciencia... ¿Ficción?

A veces la realidad supera a la ficción.

Creo que la noticia no necesita más comentarios.




miércoles, 30 de marzo de 2011

El planeta K-Refour

Todos los lunes por la tarde voy al planeta K-Refour a hacer la compra semanal. Todos los lunes del año, excepto fiestas, cojo mi nave espacial, salgo del hangar de la Estrella de la Muerte y me planto allí en dos minutos. Sí, cae cerca. Eso es importante, porque de otro modo no sería económico hacer la compra. Si tuviese que recorrer la galaxia para llenar la cesta, al precio de los alimentos habría que sumar el del combustible y, con lo que está subiendo el pluto plutonio, sería para planteárselo. Por ejemplo, hay otros planetas donde se puede adquirir comida y lo demás para la casa, como el planeta Mer-K-Dona, el asteroide Pry-K, la estación espacial Al-K-Mpo o la luna K-Prabo (Qué curioso: todos llevan la K... ¿Será por algo?), pero están más lejos y no es rentable.

Y es que hay que mirar mucho los precios, que la crisis es bastante universal. De hecho, tengo entendido que ha llegado a otras galaxias lejanas, como una que se llama la Vía Láctea, donde viven unos seres muy, pero que muy raros. Pero ésa es otra historia. En el planeta K-Refour no te cobran por aterrizar con la nave, lo cual ya es un dato a tener en cuenta, aunque no te atienden seres vivos cuando llegas, sino robots. Hay uno nada más llegar que tiene un brazo muy largo, a rayas blancas y rojas, y que te deja pasar sólo si le arrancas de la boca una tarjeta que deberás conservar hasta que te marches, porque si la pierdes, te toca pagar una fortuna por sacar la nave espacial de allí. ¡Pagar por llevarte tu propia nave! ¿Habrase visto? ¡Es el colmo!

El camino desde el hangar hasta lo que es propiamente el supermercado está plagado de obstáculos, algunos infranqueables. Tú llegas tranquilo y descuidado con tu carro y, de repente, individuos de todos los pelajes aparecen de la nada y te asaltan a cada paso intentando venderte una cuenta corriente de color naranja, un seguro para la nave espacial, un purificador de agua y no sé qué más cosas absurdas. Normalmente me deshago de todos ellos con mi espada láser. Voy soltando  mandobles a diestro y siniestro hasta que no queda ninguno. Cuando alcanzo la entrada, después de dejar los pasillos sembrados de cadáveres, me asalta un guardia imperial y me pide que selle las bolsas que llevo de otros comercios. Pero ¿por qué? ¿Acaso tiene miedo de que saque lo que llevo en las bolsas y lo ponga en las estanterías del K-Refour? ¿Qué pasa? ¿Así tendrán mas artículos para vigilar para que no les roben? No lo entiendo. 

Una vez dentro de lo que llaman la sala de ventas, o sea, los pasillos con estanterías, empieza la ciencia. Y es que hay que ser licenciado en exactas para entender lo que te dicen, porque no te venden comida, no, te ofrecen complicados cálculos aritméticos como 3x2, 4x3, la segunda unidad al 70%, lleva 2 y paga 1, el kilo le sale a tanto y otros quebrados, logaritmos neperianos y raíces cuadradas que, como no tengas una calculadora científica a mano, no podrás descifrar en tu vida. Gracias a que estudié con los mejores maestros, como el maestro Yoda, que si no, no sé qué habría sido de mí en estas lides. Así que cojo lo que necesito e intento no sucumbir a las tentaciones que tienen preparadas para los incautos, como que te regalen una bonita bandeja-cojín al comprar 120 latas de refresco del plantea Co-K-Cola (¡Anda! otra vez la K), o un abrelatas con mp3 si te llevas 15 garrafas de aceite lubricante para androides.

Cuando he terminado mi compra, voy a las cajas sin cajeras y paso los artículos por el escáner. ¡Pip! Luego  pago con mi tarjeta (la de crédito, no la del hangar) y vuelvo a llenar el carro, pero esta vez sin bolsas, que hace décadas que se extinguieron en este planeta. En vez de eso, utilizo unas de rafia que previamente he tenido que comprar. ¿Dónde? Pues allí, en el planeta dichoso, claro está. Luego vuelvo a pasar por el pasillo donde me asaltan de nuevo los alienígenas que me ofrecen cosas absurdas, como adosados en la playa, desenvaino la espada y dejo otra carnicería por los suelos a mi paso. Lo siento, el Lado Oscuro es lo que tiene. Llego a mi nave y la lleno con la compra. Por fin salgo del hangar (utilizando la tarjeta de la que os había hablado antes) y me dirijo a la Estrella de la Muerte.

Al llegar a casa, Leia me recibe en la puerta con la típica frase de todos los lunes: 
-"Arturo, ¿has comprado los cereales para Obi Wan? No los veo".
-"No, querida, no sabía que hicieran falta cereales". 
-"Pues sí, hombre, si te lo he puesto en la lista. Es que no miras bien ¿Ves? Lo pone aquí: ce-re-a-les. No te enteras de nada. Yo no sé para qué te hago la lista todas las semanas si luego no la miras. Pero, tú ¿en qué piensas cuando vas al planeta K-Refour?".

domingo, 27 de marzo de 2011

El ruso


Para un lord Sith como yo, tener buena forma física es importante, no sólo por presumir, que también, sino por supervivencia; en una lucha usando La Fuerza o en un duelo a espadas láser, si no eres capaz de aguantar el tirón durante un rato, el enemigo te vence y se ha acabado la película. Y eso no puede ser, Maria Teresa. Por esos dos motivos voy al gimnasio de la Estrella de la Muerte tres tardes por semana. 

A sus instalaciones acude una variada fauna galáctica: desde las mamás que van a clases de aerobic (que siempre pensé que era un bolígrafo que pesaba muy poco y luego me enteré que era un baile), hasta los cachitas que hacen pesas y se miran y se miran al espejo como si sólo con eso les crecieran los músculos. Entre medias, hay gente obsesionada con la "operación bikini", que les dura todo el año, estoy yo y luego está él.

El señor del que os quiero hablar puede ser muchas cosas, pero hay una que está más que clara: es ruso. Y diréis ¿cómo sabes tú eso? Pues lo sé porque a veces se lleva un astroiPad y suena música de Tchaikovsky y, entre canción y canción, una voz dice cosas como: "paruski, dasvidania, espasiva, tichinia" y yo qué sé qué más cosas ininteligibles. Pienso que, seguramente, escucha grabaciones de radio de su planeta para vencer la morriña de estar tan lejos. Algo así como radio clásica pero en ruso. También lo sé por otra cosa mucho más evidente que la anterior: tiene cara de ruso. Sí, de ruso. ¿Y qué cara tienen los rusos? Pues cara de rusos. Está claro. ¿Habéis visto alguna vez la cara de Putin? Esos ojos pequeños y algo achinados, esa nariz afilada y diminuta, esos labios finos. Pues la misma cara.

Llevo un tiempo fijándome en él por un motivo: me da yuyu. Desde que leí la trilogía "Millenium", me quedé impresionado con el personaje de Zalachenko, el papá de Lisbeth Salander, que era tan malo como yo, qué digo, mucho peor que yo. Un tipo que recordaba al pasado de la URSS, del KGB, del CCCP, del VHS y del UHF. Un espía, un malo muy malo y misterioso, capaz de matar a su propia hija si hacía falta, un ser vil sin alma y sin escrúpulos. Pues si tuviera que ponerle cara a Zalachenko, le pondría la del ruso que veo en el gimnasio de la Estrella de la Muerte. Escalofríos me da. 

Los días que coincido con él no puedo hacer nada, sólo mirarle disimuladamente y pensar que está en este planeta espiando para su gobierno, que quiere robar los planos de la Estrella de la Muerte para volarla en cachitos, que va a matarnos a todos envenenando las conducciones de agua potable y luego nos triturará  y hará filetes rusos con la carne, y los quemará, y después se llevará a los niños para vender sus órganos en la Plaza Roja de Moscú... No hago otra cosa, no entreno, no me ejercito, estoy paralizado. Estoy empezando a quedarme fofo y blandengue. Él, en cambio, se está poniendo cada vez más cachas, como un Stallone, no, como un increíble Hulk ruso sin parar de entrenar. Ay, no sé que va a ser de todos nosotros. Estamos en sus manos. En las manos del Kremlin

miércoles, 23 de marzo de 2011

Curro, ergo sum.


Vale. Admito que puede quedar algo pedante el título, pero oye, qué queréis, no se me ocurría otra manera de expresar que correr (sí, correr, no currar, que aunque suene igual, no es lo mismo) es una de mis aficiones favoritas y se merecía una entrada en este blog. ¿Todos de acuerdo? Bueeeno, pues sigamos.

El correr es un placer, que decía uno de mis gurús de la blogosfera, pero es, sobre todo, una necesidad fisiológica, como comer, dormir o bloggear. Hay gente que corre para quemar calorías -la mayoría- y gente que lo hace para desconectar, desahogarse, relacionarse e, incluso, los hay que corren para lucir palmito, que yo los/las he visto, palabra.  Para mí, decía, es una necesidad y corro cuando me lo pide el cuerpo (bueno, y cuando las obligaciones de ser papá me lo permiten y mi Leia no objeta), que suele ser tres veces por semana. 

Tengo la suerte de vivir cerca de un río que no lleva agua porque las tropas imperiales lo desviaron para evitar que las riadas perjudicasen más de la cuenta al planeta, que ya está bastante perjudicado, todo hay que decirlo. Si es que aquí, o no llueve en seis meses, o te cae de golpe lo que no está escrito y algo más. Ahora, en lugar de agua, hay jardines y unas construcciones galácticas muy monas llamadas "la Ciudad de las Ciencias Espaciales" y "el Palau de la Música Sideral". La suerte es que, como es alargado como un río, puedes ir de un extremo al otro y estarte más de dos horitas corriendo como quien no quiere la cosa sin cruzarte con más vehículo a motor que las patrullas de la Guardia Imperial cuando hacen la ronda.

Algunos días suelo hacerme acompañar por vecinos de la Estrella de la Muerte que comparten mi afición. De hecho, tienen un club deportivo con un patrocinador y todo, se presentan a todas las competiciones que pueden y algunos hasta se han subido a un podio alguna vez. No está nada mal para gente que pinta canas a compresor y pistola. Yo no estoy a su nivel ni muchísssimo menos. Vale que he corrido una maratón, sí, pero sólo fue para poderlo contar aquí en el blog. Simplemente la terminé. Ellos corren dos o tres al año y todas las medias maratones que les permita su tiempo libre, que para algunos (y no miro a nadie), es mucho. Digamos que han convertido el correr en su hobby, o su jobi, como prefiráis. Lo mío es otra cosa, es, como ya he dicho antes, por necesidad y por salud.

Otros días corro solo y algunos me llevo a mis droides de entrenamiento, que son Pepe3-PO, Carmelo2-D2 y el prototipo al que llamamos Cucurucho. Con ellos puedo ir algo más despacio, o sea, a mi ritmo, e incluso me dan conversación para que el recorrido resulte más ameno. A 3PO lo tengo programado para que me hable con acento argentino. Ah, me encanta la dulzura de ese hablar porteño, tan cadencioso, tan "suavesito", tan... Buf, a veces lo tengo que desconectar, porque habla sin parar. Ya sabéis ¿no? los argentinos, su fama es merecida. Luego está 2-D2, que es el pequeñín y a veces se va por ahí solo a buscar a no sé quién que dice que sale en un holograma que le han programado o algo así. Es el que va más por libre. Y el que falta, el Cucurucho. A éste lo tengo para los días en que me apetece ir más deprisa, porque tira más que los otros. Debe llevar un servo de más potencia. También es el cuenta las historias más graciosas, por eso le puse ese nombre. A los tres les debo el haber podido acabar la maratón, ya que se turnaron para acompañarme durante todo el recorrido. With a little help from my friends.

Hay una carrera que no me pierdo desde hace unos años. Se corre en el planeta natal de mi princesa, el planeta El Foro, ése en el que adoran a la diosa Cibeles y al dios Neptuno (aunque Leia es más del segundo). La celebran la noche en la que se acaba el año solar, casi a la hora en que toca a su fin. Se llama Sansilvestre-Cosmo-Vallecana y es una pasada. Lo es, sobre todo, por el ambiente tan bueno que hay: miles, qué digo, millones de alienígenas venidos de todos los rincones de la galaxia, recorriendo en una marea humana el planeta, mientras sienten el calor del público que, en vez de estar en sus casas preparando la cena familiar, sale a la calle -llueva o truene- a animar a sus héroes anónimos. Muchos corren disfrazados, otros no, pero todos corremos emocionados por sentirnos, durante cuarenta o cincuenta minutos, el motivo de alegría y orgullo de los habitantes de aquel planeta, los foreros. Y sobre todo, de los más pequeños, los foreritos.

Vaaale, que me emociono. Ez buy bodito.

Lo bueno de correr es que es la manera más barata de hacer ejercicio. Bastan un par de zapatillas como las de la foto que ilustra el post, unos pantaloncitos y una camiseta cualquiera. ¿Que tienes mucho dinero y no sabes en qué gastarlo? Pues puedes comprarte una indumentaria de marca superpijadelamuerte y lo estarás tirando de la manera más absurda que hay, o puedes donarlo al Imperio para su noble y justa causa contra los rebeldes. Lo que prefieras. Desde estas líneas os animo a los que no lo hayáis hecho nunca a que salgáis una tarde a correr un ratito. Si lo resistís podéis hacer unos pocos kilómetros más otro día y así, poco a poco, sin daros cuenta, estáis corriendo una maratón en unos cuatro o cinco añitos. ¿Qué?¿Que no?

lunes, 21 de marzo de 2011

Pues ya no estamos en Fallas


Esta mañana al levantarme me ha pasado algo extraño: he tenido la sensación de haber vivido las Fallas de la Galaxia un año más. Ha sido una sensación rara, como un flash, como si lo hubiese soñado. Pero al mirar por la ventana se me ha quitado de la cabeza tal pensamiento. No había nada en la calle que demostrase que fuera verdad, ni una falla plantada, ni una calle cortada, ni sonaba un petardo, ni había puestos de buñuelos, ni nada de nada.

Así que he cerrado la ventana dando un bofetón al aire primaveral y he seguido a mis cosas como un domingo cualquiera. Pero, un poco después, al oler la capa que me había puesto la víspera me ha llegado un extraño olor a pólvora, ese explosivo rudimentario del que ya os he hablado en otra ocasión, y me ha venido otro flash: estaba yo con mis pequeños jedis (bueno, con los dos mayores, que a Anakin no le gusta mucho el ruido y se queda en casa) detonando los llamados petardos en la calle. ¿Qué? ¿Cómo? Hay que ver qué pasadas te juega la mente. "No es posible", me he dicho a mí mismo. "Si yo ayer estaba en mis guerras Clon en un planeta que se resistía"...¡Aaah! Va ser por eso, claaaro. Se ve que durante la refriega, algún alienígena me quiso quemar o algo así. Qué cosas se me ocurren. Petardos. Claro, y yo soy la Reina Amidala. ¡Bah!

Un rato después he bajado al nivel calle en la Estrella de la Muerte. Había vecinos con cara de sueño y hasta los chiquillos parecía que gritaban menos que otros domingos. Me he dicho: "Arturo, qué cosas tienes, cómo va a haber Fallas aquí, en una galaxia tan lejana". La gente estará cansada porque anoche saldría por ahí y ya está, y los críos estarán apagados por culpa de los últimos soplos de aire invernal, que hielan las gargantas a cualquiera.

Sin embargo, ha pasado algo después que me ha dejado como si me hubiese caído un cubo de agua fría sobre el casco-máscara. Algo sobrenatural y sorprendente. Su visión ha sido la que me ha despertado del letargo amnésico en el que estaba. La prueba de que no estaba volviéndome loco, sino que realmente tenía motivos para creer que pasó lo que pasó. La evidencia con mayúsculas, la madre de todas las pruebas:

¡Había cenizas en un rincón de la calle junto a un árbol! ¡Tachaaan!

Eso querría decir que hubo fuego anoche, que sí que pasó, que estábamos en Fallas, que no estaba majareta, sino que lo viví y me estaba empezando a acordar, me estaban llegando imágenes de monumentos de material inflamable en los cruces de las calles, de sonido de bandas de música,  de olor a pólvora, de los miembros y las miembras de la secta de Los Falleros pasear con ramos de flores dirigiéndose a depositarlos bajo el manto de su patrona, de castillos de fuegos artificiales que devolvían el día a la noche del planeta con colores sorprendentes, de... de...

...repente, un vecino jedi que volvía de comprar el periódico, me saluda y me dice: "Qué, Arturo, vaya accidente que hubo anoche ¿no?". "No sé de qué me hablas, Quai Gon. ¿Accidente, qué accidente?" No tenía ni idea a qué se refería. "Sí, hombre, debes se el único de la Estrella de la Muerte que no se despertó anoche. Se la pegaron dos naves espaciales y hubo un incendio. Tuvieron que venir los droides bomberos a apagarlo, por eso queda ceniza por algunos sitios".

Su historia me devolvió a la realidad, a la cruda verdad: las Fallas galácticas sólo han existido en mi imaginación. Nada ha ocurrido, sólo ha sido un sueño, un tonto sueño. Así que cogí a mis pequeños jedis y a mi princesa Leia y nos fuimos a dar un paseo, un largo paseo bajo el sol tímido de marzo que consiguió que se me fuese de la cabeza la absurda idea ésa de las Fallas. 

Hay que ver las cosas tan raras que se le ocurren a uno. Fallas. ¡Bah! Paparruchas. Claro, y los Reyes Magos existen ¿no?

¿O tal vez sí?

martes, 15 de marzo de 2011

Pues ya estamos en Fallas


Para los que no lo sepan, en mi planeta se celebran las famosas fiestas de las Fallas Galácticas durante la semana en que estamos. En ella, las masas de habitantes se mezclan con las de alienígenas llegados de toda la galaxia, en una marea que recorre la ciudad en busca de un hueco donde descansar y comerse una docena de buñuelos con chocolate. Durante su desplazamiento, dicha masa informe, destruye y arrasa con todo lo que encuentra a su paso: ninots, verbenas, puestos de churros y top mantas. A su paso sólo queda la destrucción y la desolación. Es el caos.

Los pequeños artefactos explosivos marcan el camino a la cosa. Sí, amigos, unos tubitos de cartón que explosionan al contacto con un generador de combustión de bolsillo. Su música de pim pam pum se escucha en todas partes y su olor y su humo blanquecino lo inundan todo. Surrealista.

La masa avanza imparable y no se detiene ante nada, bueno, excepto... una cosa: Las Fallas. ¿Eso qué es lo que es? Son manifestaciones artísticas callejeras pero en tres dimensiones. Unas figuras humanoides  groseramente deformadas como burla popular de famosos, famosetes y famosillos para que se ría la turba. Están hechas de material combustible y dicen que tratan temas de actualidad, no sé yo. Otra figura más grande, que forma la parte central, superando en altura a los edificios, con voladizos que desafían a la gravedad es la que provoca la admiración, el "Oooh" general. La rodean unas vallas láser protectoras y las custodian soldados del Imperio fuertemente armados a fin de que las hordas descontroladas no se lleven algún ninot, cosa que se ha dado alguna vez. Las construyen unos "artistas" durante meses para que las quemen los de la secta de Los Falleros -una escisión de los Jedis, creo- en la noche de San Jo Sith. Absurdo.

A la hora de comer acuden empujados unos por otros, arrastrados por la inercia de la marea viviente, hasta llegar a la Plaza Imperial, donde les espera el espectáculo de la pólvora con mayúsculas, llamado Astromascletá. Es, amigos, para que me entendáis, un ensordecedor terremoto, una sucesión de explosiones atronadoras, la hecatombe universal, el Big Bang mismo sobre la superficie de una ciudad. Y no exagero ni un pelo. Se queman cientos de kilos de material explosivo rudimentario -la pólvora- en unos siete minutos. El ritmo va in crescendo, desde unas pocas explosiones rímicas hasta el final, que parece que se vaya a acabar el mundo, como un orgasmo. Y lo que más llama la atención de la Astromascletá es que la masa de seres que la rodea aplaude a rabiar cuando termina, enfervorecida, extasiada, como después de escuchar un discurso del Emperador. De locura.

A la hora de acostarse, por si no habían tenido poco durante el día, también acuden a contemplar otro espectáculo de explosiones controladas que manchan el cielo de la ciudad con colores sacados del mismísimo infierno: rojos, azules, violetas, dorados,... Es como una batalla de naves espaciales explosionando sin parar. Le llaman el Castillo. Dicen que es otra manifestación artística y hay, incluso, partidarios de uno u otro pirotécnico. Dura unos veinte minutos en los que hay que estar mirando hacia arriba, con el consiguiente dolor de cervicales.Vivir para ver.

Y ya camino de su lugar de descanso se encuentran con las verbenas, donde los  miembros de la secta de los Falleros les someten a un bombardeo de melodías endiabladas (llamadas rave, reggaeton, salsa, disco, house, etc., según la falla esté en un bario u otro), litros y litros de una bebida llamada cerveza y luces de colores, hasta que caen rendidos por cualquier parte. Los Falleros aprovechan la coyuntura para sacarle el poco dinero que le queda a la muchedumbre por una bebida o unos buñuelos y así poder costear la falla del año siguiente.  Demencial.

A la mañana siguiente cuando todo el mundo acude resacoso a su puesto de trabajo no se acuerda de nada de lo ocurrido, no hay basura, no hay restos de lo que hubo durante una semana en la ciudad. En lugar de monumentos falleros, en cada cruce de calles, hay normalidad, tráfico, gente que se desplaza en su nave espacial. En lugar de puestos de churros, agentes de la ORA galáctica poniendo multas. Es como si nada hubiese sido verdad, sólo humo que se elevó hasta desaparecer. Magia.

La culpa de que existan las dichosas fiestas de las Fallas la tienen los miembros de la satánica secta de Los Falleros. Sin los Falleros -esos seres vivos que lo mismo te cortan una calle, te venden lotería, te disparan una Astromascletá, te cuelgan banderitas por las fachadas, altavoces, luces, etc, etc.-, sin ellos, digo, no habría Fallas. Ellos son los culpables, pero la gente incontrolada que todo lo inunda es su cómplice, esa gente de la que os he hablado, y entre la que me incluyo, es la que da vida a la fiesta las Fallas todos los años desde hace milenios. Y que siga siendo así:

El caos, surrealista, absurdo, locura, demencial, magia.

¿Vienes?

¡Que vivan las Fallas de la galaxia, che collóns!



martes, 8 de marzo de 2011

La princesa Leia (Episodio I)

Va a ser ésta, mi primera entrada tras la de presentación, la dedicada a la persona más importante de mi vida (perdona, mamá): Leia Skywalker. Es de justicia y además es el día de la mujer trabajadora. O sea que está decidido. Ahí va.

Nos conocimos hace muchas lunas en una playa tranquila y me robó el corazón. Acababa de llegar de otro planeta y eso le confería un puntito exótico, a la par que me otorgaba un papel que me encantó: el de guía turístico. Sí, porque el que me conoce sabe que soy un apasionado de mi galaxia, y con Leia descubrí el placer de viajar por ella y aterrizar juntos en todos los rincones, hasta los que no conocía. Pasamos una buena temporada recorriendo planetas y asteroides, de norte a sur, visitando construcciones de civilizaciones antiguas y aprendiendo juntos historia, arte, gastronomía y mucha, mucha geografía. Todavía hoy, cuando tenemos ocasión, nos dejamos caer por algún paraje que, aunque no sea lejano, no lo hayamos visitado antes. El mero hecho de contemplar una ruina, un arroyo o una pinada nos produce una gran satisfacción, siempre que lo hagamos juntos. Creo que he conseguido que Leia ame mi galaxia casi tanto como yo.

Luego vinieron los niños. Dos para ser exactos. Uno primero, Obi Wan, y otro después, Anakin. Yo ya tenía otro, Luke, pero eso es por otra historia que no viene a cuento aquí. Total: tres. No está mal ¿no? Se parecen mucho a su madre (en lo bueno, porque en lo malo salieron calcaditos al papá, ¡ja ja ja!) y son nuestro orgullo y también nuestra cruz, porque con el último nos tocó cambiar de casa por una más grande para meterlos a todos y claro, a más grande la casa, más grande la hipoteca. 

"No subestimes el poder de la hipoteca".

Pero, volviendo a mi princesa, os contaré que se dedica a instruir padawans en un colegio, es decir, que es profesora. Como el Maestro Yoda, pero en chica... ¡Joroba, y en guapa, ja ja ja! Aunque lo que más me gusta de ella es la paciencia que tiene conmigo. Porque con un tipo como yo hay que tenerla infinita, vaya que sí. Es lo que tiene el Lado Oscuro, que está plagado de sombras y el menda, amigos, tiene para dar y vender. Tampoco es cuestión de hacer aquí un glosario de mis defectos, sobre todo porque es "su" entrada, pero os puedo asegurar que lo digo con conocimiento de causa.

Otra de las cosas que más me gusta de Leia es que tiene un montón de amigos/as. Para mi princesa la amistad es un tesoro mayor que el dinero. Pienso que tiene mucho mérito conservar y mantener las relaciones de hace muchas lunas, cuando la vida con su paso se va volviendo tan complicada, con todas las obligaciones que traen los hijos, la casa, el trabajo, etc. Pues, oye, siempre encuentra un hueco para hacer una conferencia-holograma, mandar un correo-sonda o ir a ver a alguna de sus amigas de juventud cuando vamos a su planeta natal en vacaciones. Yo, en cambio, como voy por ahí haciendo enemigos...

Y por último por hoy: lo que más me vuelve loco de Leia, es que una de las cosas que más le gusta es estar conmigo, con su Arturo. Si salimos a ver una película al cine de la Base Imperial, o a cenar, o a tomar un néctar, o a pasear, se arregla los moñetes, se pone guapísima con su mejor vestido blanco y me coge del brazo. Si nos quedamos viendo la turbo-televisión también me coge del brazo, cuando nos dormimos tras un cansado día... ¡Sí!, también me coge del brazo. Y me pregunto yo: ¿será que mi brazo tiene algo que sólo ella conoce? ¿Qué será? ¿Será una droga? ¿Midiclorianos?

Aquí os dejo, como homenaje a mi princesa, una de sus actuaciones durante las fiestas de la Estrella de la Muerte el pasado verano. No tiene desperdicio. Lo que no os diré es cuál de ellas es Leia. Adivinadlo.


viernes, 4 de marzo de 2011

Ya que había que empezar por algún sitio, mejor por el principio.

Y qué mejor manera de hacerlo que presentándome un poco ¿no? Pues, como habréis podido observar, si sois buenos observadores observando, el nombre del blog está sacado de los créditos de título (el empiece, que llaman en el planeta Murcia) de la más grande película jamás filmada. Alguno dirá que donde esté "Lo que el viento se llevó" o "El Robobo de la Jojoya", que se quite lo demás. Y no le faltará razón, no lo voy a discutir aquí. Principalmente porque éste no es un blog de cine. Ni siquiera es un blog dedicado a las dos trilogías de "Star Wars" (más los cincuenta y tantos capítulos de "Las Guerras Clon" de Cartoon Network y las otras series de televisión, la película en 3D, etc, etc, etc...), ya me gustaría. Pienso que, para eso, hace falta saber del séptimo arte tanto como los infinitos fikis seguidores de dicha saga que escriben en la blogosfera a diario, y yo no estoy a la altura. Ni siquiera lo estoy para disertar acerca de las bondades de una buena dirección artística o de una interpretación magistral, cuando no distingo apenas entre un plano secuencia y un traveling. Así que no, no se trata de un blog de cine, siento defraudados. Se trata más bien de un espacio donde escribir acerca de lo que le pasa a un ser vivo con bigote que ya ha doblado la esquina de los cuarenta. Un ser vivo del género masculino, caballero Jedi para más señas, algo que está un poco desfasado hoy día, lo sé, pero que no ve otra manera de hacer llegar sus (escasos) pensamientos a los demás, si no es valiéndose de este medio endiabladamente actual que es un blog. 

Como iba diciendo, me presentaré: me llamo Arturo Skywalker. Y alguno dirá: "vaya nombrecito". Sí, ya sé que no es muy común, pero llamarse Arturo le confiere a uno cierta personalidad. No es lo mismo llamarse Arturo que Paquirrín, por ejemplo. Ya lo decía Oscar Wilde: "La importancia de llamarse Arturo" (¿o era Ernesto?). Llevar el nombre con orgullo es de las primeras cosas que aprendí en esta vida... Bueno, eso y a respirar, que lo hago desde pequeño y se me da muy bien. A la vista está.

Vivo en la Estrella de la Muerte. Es un sitio como otro cualquiera. A mí me gusta, aunque esté en construcción desde hace muchas lunas. Al final uno se acostumbra a los andamios, los robots soldadores y las chapas. No está lejos del centro de la galaxia, a unos diez minutos luz. Además hay buenas comunicaciones y es tranquilo.

Vivo con mi mujercita, Leia, que es mi princesa y tengo tres hijos: Anakin, Luke y Obi Wan. Son unos encantos (los cuatro) y aprendo todos los días de ellos. Tener hijos te hace pensar a menudo que aplastar revueltas rebeldes está muy bien, pero hay que volver a casa todos los días y compartir el resto de tu tiempo con los tuyos. Si no ¿para qué tanto esfuerzo? Los tres son varones y caballeros Jedis como yo. A veces hay que enseñarles quién es es malo de la película y decirles eso de "yo soy tu padre", pero no me puedo quejar de ellos.

También habréis visto en mi foto que llevo un casco-máscara. Es para despistar. En realidad no lo necesito, pero ¡queda tan cool!. Me lo puse una vez que fui a desintegrar un planeta que se me resistía, por si saltaban trocitos y se me metía algún asteroide en un ojo. Hay que ser precavido cuando se trabaja, que si no, vienen los de riesgos estelares y te meten un paquete que te ponen mirando para Alderaan. Por lo mismo uso guantes y botas. Y lo de la espada láser es más para defenderme que para atacar, que se suele decir, bueno, en realidad es para disuadir, como la Guardia Civil Galáctica, que cada vez que ves una nave patrulla levantas el pie del acelerador y sales del hiperespacio. Pues igual. Te ven llegar con ella al cinto y se lo piensan un poco antes de meterse contigo.

Otra cosa que habréis notado es que estoy en forma. No lo puedo ocultar. La verdad es que me gusta cuidarme. Voy al gimnasio galáctico tres veces a la semana y salgo a correr con algunos vecinos de la base imperial tres días más. Eso hace un total de seis días haciendo deporte. Parece mucho, pero no es tanto si se tiene en cuenta que un señor Sith tiene que estar en forma para sus duelos a espada y todo eso. Ya os hablaré de mis compañeros de rodaje. Algunos escriben blogs y no lo hacen del todo mal. ¡Ja, ja, ja! Otros no, otros sólo corren.

Y ya, por último, supongo que dedicaré más de una entrada aquí a una de mis pasiones confesables: los gadgets. Me encantan los aparatitos electrónicos, los botones, las pantallitas, los "pip, pip, piiip". ¡Aaah! Es que yo no podría vivir sin mi astroiPad o sin mi turboiPhone. De hecho, si os fijáis otra vez en mi foto, llevo uno de cada en la pechera. Todo el día conectado. Lo malo es que mi jefe, el Canciller Palpatine, los usa para tenerme localizado en todo momento. Es un pesado. No para de mandarme hologramas. Encima es del sistema solar Catalonia, y ya sabéis la fama de agarrados que tienen allí, por lo que me los he tenido que comprar yo y los pongo a disposición del Imperio by the face. Bueno, son gajes de este oficio de Jedi. Aunque no todo es malo, no me quejo.

Y lo dejo por hoy, que si no no me quedarán temas para más entradas. Ya os iré contando más cosas otros días. Espero no defraudar a nadie con este blog y que os animéis a dejar vuestros comentarios.

Ah, y que la fuerza os acompañe.