Para los que no lo sepan, en mi planeta se celebran las famosas fiestas de las Fallas Galácticas durante la semana en que estamos. En ella, las masas de habitantes se mezclan con las de alienígenas llegados de toda la galaxia, en una marea que recorre la ciudad en busca de un hueco donde descansar y comerse una docena de buñuelos con chocolate. Durante su desplazamiento, dicha masa informe, destruye y arrasa con todo lo que encuentra a su paso: ninots, verbenas, puestos de churros y top mantas. A su paso sólo queda la destrucción y la desolación. Es el caos.
Los pequeños artefactos explosivos marcan el camino a la cosa. Sí, amigos, unos tubitos de cartón que explosionan al contacto con un generador de combustión de bolsillo. Su música de pim pam pum se escucha en todas partes y su olor y su humo blanquecino lo inundan todo. Surrealista.
La masa avanza imparable y no se detiene ante nada, bueno, excepto... una cosa: Las Fallas. ¿Eso qué es lo que es? Son manifestaciones artísticas callejeras pero en tres dimensiones. Unas figuras humanoides groseramente deformadas como burla popular de famosos, famosetes y famosillos para que se ría la turba. Están hechas de material combustible y dicen que tratan temas de actualidad, no sé yo. Otra figura más grande, que forma la parte central, superando en altura a los edificios, con voladizos que desafían a la gravedad es la que provoca la admiración, el "Oooh" general. La rodean unas vallas láser protectoras y las custodian soldados del Imperio fuertemente armados a fin de que las hordas descontroladas no se lleven algún ninot, cosa que se ha dado alguna vez. Las construyen unos "artistas" durante meses para que las quemen los de la secta de Los Falleros -una escisión de los Jedis, creo- en la noche de San Jo Sith. Absurdo.
A la hora de comer acuden empujados unos por otros, arrastrados por la inercia de la marea viviente, hasta llegar a la Plaza Imperial, donde les espera el espectáculo de la pólvora con mayúsculas, llamado Astromascletá. Es, amigos, para que me entendáis, un ensordecedor terremoto, una sucesión de explosiones atronadoras, la hecatombe universal, el Big Bang mismo sobre la superficie de una ciudad. Y no exagero ni un pelo. Se queman cientos de kilos de material explosivo rudimentario -la pólvora- en unos siete minutos. El ritmo va in crescendo, desde unas pocas explosiones rímicas hasta el final, que parece que se vaya a acabar el mundo, como un orgasmo. Y lo que más llama la atención de la Astromascletá es que la masa de seres que la rodea aplaude a rabiar cuando termina, enfervorecida, extasiada, como después de escuchar un discurso del Emperador. De locura.
A la hora de acostarse, por si no habían tenido poco durante el día, también acuden a contemplar otro espectáculo de explosiones controladas que manchan el cielo de la ciudad con colores sacados del mismísimo infierno: rojos, azules, violetas, dorados,... Es como una batalla de naves espaciales explosionando sin parar. Le llaman el Castillo. Dicen que es otra manifestación artística y hay, incluso, partidarios de uno u otro pirotécnico. Dura unos veinte minutos en los que hay que estar mirando hacia arriba, con el consiguiente dolor de cervicales.Vivir para ver.
Y ya camino de su lugar de descanso se encuentran con las verbenas, donde los miembros de la secta de los Falleros les someten a un bombardeo de melodías endiabladas (llamadas rave, reggaeton, salsa, disco, house, etc., según la falla esté en un bario u otro), litros y litros de una bebida llamada cerveza y luces de colores, hasta que caen rendidos por cualquier parte. Los Falleros aprovechan la coyuntura para sacarle el poco dinero que le queda a la muchedumbre por una bebida o unos buñuelos y así poder costear la falla del año siguiente. Demencial.
A la mañana siguiente cuando todo el mundo acude resacoso a su puesto de trabajo no se acuerda de nada de lo ocurrido, no hay basura, no hay restos de lo que hubo durante una semana en la ciudad. En lugar de monumentos falleros, en cada cruce de calles, hay normalidad, tráfico, gente que se desplaza en su nave espacial. En lugar de puestos de churros, agentes de la ORA galáctica poniendo multas. Es como si nada hubiese sido verdad, sólo humo que se elevó hasta desaparecer. Magia.
La culpa de que existan las dichosas fiestas de las Fallas la tienen los miembros de la satánica secta de Los Falleros. Sin los Falleros -esos seres vivos que lo mismo te cortan una calle, te venden lotería, te disparan una Astromascletá, te cuelgan banderitas por las fachadas, altavoces, luces, etc, etc.-, sin ellos, digo, no habría Fallas. Ellos son los culpables, pero la gente incontrolada que todo lo inunda es su cómplice, esa gente de la que os he hablado, y entre la que me incluyo, es la que da vida a la fiesta las Fallas todos los años desde hace milenios. Y que siga siendo así:
El caos, surrealista, absurdo, locura, demencial, magia.
¿Vienes?
¡Que vivan las Fallas de la galaxia, che collóns!