viernes, 6 de abril de 2012

Limpia, fija y da esplendor



A ver, que no me he vuelto un académico ni nada por el estilo, no van por ahí los tiros, es que me parece la expresión que mejor resume mis quehaceres desde que me mudé a la cabaña del bosque junto al lago. No es tampoco  que nunca hubiera dedicado tiempo a la limpieza de mi casa, o ni siquiera que antes tuviera todo manga por hombro y me hubiera dado de repente por ponerme a limpiar, no, es que ahora lo hago yo solo. Todo. Yo solito.

Por si no faltaban enemigos a batir en esta galaxia, ahora han aparecido unos nuevos. Se llaman pelusas y atacan por todas partes. Son traidoras y malvadas, pero, sobre todo, lo que son es rastreras. Hay que estar muy atento porque salen de debajo de las camas, de lo oscuro, y se pasean agazapadas por el pasillo. Y crecen. Crecen muy deprisa. A veces he necesitado usar mi  espada láser para trocearlas y llevarlas a la basura, dado el tamaño que habían alcanzado. He buscado en internet por si había solución sin éxito ninguno. Nadie parece saber de dónde salen y por qué eligen una casa y otra no. Porque hay gente a la que no le ocurre, según tengo entendido. Pero no nos perdamos. Lo que he visto es que hay opiniones para todos los gustos; algunos afirman incluso que se producen por electricidad estática. Para ello usan el símil del ámbar y los trocitos de papel por todos conocido. Creen que al frotarse contra el suelo, las partículas de polvo se cargan de electricidad y atraen a otras partículas. Por eso cuando hay corrientes de aire se mueven más y se atraen más. Pero yo creo que no. ¡Sssshhh! Yo creo que son seres inteligentes y actúan movidos por un poderoso instinto de venganza hacia el ser humano.

Efectivamente, esto es el campo (el medio rural que queda más fino). Aquí había animales y plantas ya antes de que al hombre de Atapuerca le diera por atar nada. Nosotros hemos llegado después y los hemos desalojado para instalarnos. Los pajaritos que crían a sus polluelos en los árboles; árboles donde también viven las ardillas; ardillas que se alimentan de sus frutos; frutos que al madurar y caer al suelo sirven de abono a otras plantas; plantas que buscan cobijo a la sombra de los árboles; árboles que... ah, no, esa ya la he dicho. Bueno, a lo que íbamos, el caso es que se vengan de nosotros. Buscan echarnos y recuperar lo que un día fue su hábitat. ¿Cómo? Pues de muchas formas, por ejemplo, con las pelusas. Pero también los pájaros cuando hacen sus cacas en mi ropa tendida, las hormigas cuando se meten en mi azucarero, las polillas que se comen mis capas, las avispas que te pican, las que no, pero te asustan, joder, las moscas cojoneras, etc, etc, etc. ¿Es o no es una venganza orquestada en toda regla? Por no hablar del polen de los pinos, ese polvillo verde y fino, tan fino filipino, que se mete hasta por las rendijas de las ventanas los días de viento, pintando sobre los muebles un velo de verdor primaveral y en las narices de los alérgicos un bonito rojo moqueante.

Y es que hay que luchar contra todos estos nuevos enemigos con tesón y con regularidad, porque de no hacerlo, se multiplican y llaman a sus familiares contándoles lo bien que se vive, que hay sitio para todos, que se cobra paro, y antes de que te des cuenta las pelusas te miran a los ojos y te perdonan la vida. Por eso yo les planto batalla siempre que puedo y cuando me dejan tiempo las otras actividades diarias como trabajar, cocinar, estudiar con los niños, planchar, etc. Vamos, que no es mucho, ya lo sé, pero esa es la actitud. Lo que importa es la intención. Ayudas hay muchas hoy en día, incluso hay un robot que lo dejas y barre él solo la casa, como un R2-D2 en pequeñito, pero resulta insuficiente cuando las pelusas son más grandes que el pobre robot y cuando lo ven se lo comen en un pis pas. Nada como una aspiradora láser para acabar con ellas. Su solo sonido las aterra y huyen despavoridas al bosque a reunirse con sus aliados y maquinar la nueva forma de venganza contra el invasor. Ganas una batalla, sí, pero no la guerra. Es cuestión de tiempo que nos echen de aquí y recuperen lo que les pertenece. Ideas malvadas no les van a faltar para alcanzar su objetivo. Mientras tanto, los Skywalker viviremos en el bosque de prestado hasta que lo consigan. Ojalá tarden muchos años, oye, que se está muy bien aquí.