lunes, 30 de enero de 2012

El Señor Skywalker: Episodio II



Ha pasado mucho, mucho tiempo desde la última vez que publiqué algo en este blog. Han pasado muchas, muchas cosas desde entonces, demasiadas. Y algunas me han dejado una profunda huella que tardará en desvanecerse, si es que alguna vez lo hace. En esta vida hay cosas que ocurren sin más, sin que podamos hacer nada por detener su paso frente a nuestros ojos. Muchas veces somos meros espectadores de un plano secuencia, de un desfile de personas que, lo mismo que aparecen junto a nosotros, llega el día en que desaparecen. Se van sin más, se caen por un precipicio del que ya nunca volverán a asomar la cabeza para que las podamos ver o hablar con ellas. Sencillamente ya  nunca más estarán aquí. Tal vez estén en otro lado, en otra galaxia lejana, junto a otras personas que las vean llegar por primera vez y no sean conscientes de que un día, el día menos pensado, también partirán y no las volverán a ver, a escuchar, a tocar. Nunca. Jamás.

Y así se escribe la Historia, nuestra historia. Es la vida y hay que tomarla como es: un proceso de oxidación con fecha de caducidad. No querer verlo es peor, supone tener por unos momentos la sensación de que revelándote contra ella podrás vencerla, creer que puedes ser más fuerte que la vida misma, ilusionarte con la posibilidad de detener su curso. Pero la vida, como los ríos (que diría el poeta), no se detiene hasta que no llega al mar. Caiga quien caiga, arrastre lo que arrastre, te pongas como te pongas, patalees lo que patalees. Ella siempre gana.

Otra cosa muy distinta es la capacidad de recuperación de cada uno. Ante un mismo golpe, sobrevive quien antes se levanta y sigue caminado. El fuerte continúa, el débil cae y lo arrastra la corriente. Yo prefiero ser de los primeros y mirar al futuro con ilusión. Lo mejor está por venir.

¿A santo de qué viene todo esto? Os lo estaréis imaginado, amigos: La princesa Leia ha muerto. Sí, ha muerto.

Per no se trata de una muerte biológica como cuando se te muere un hámster o una planta, no, no vayáis a pensar mal. Los personajes como Leia solo se mueren en la imaginación del espectador. Utilizan unos trucos muy viejos del cine, como la salsa de tomate o el dejarse caer hacia atrás en un colchón. Ahora, en la era de los efectos digitales, se usas otras técnicas, pero el resultado es el mismo: que parezca que el actor tiene una muerte dramática y dolorosa cuando, en realidad, está bien vivito y coleando. Así que no os creáis todo lo que os ponen delante de los ojos, porque la realidad siempre es lo que está detrás de lo que vemos, y lo que vemos siempre es un producto de nuestro cerebro y no al revés. Lo que realmente importa de todo lo que os he contado es que ya no la volveremos a ver por aquí, pero como en todas las sagas, ya aparecerá otro personaje que la sustituya. Seguro que sí.

De modo que a partir de ahora empieza mi vida sin la princesa Leia. Me he tenido que mudar a otro planeta, ya no vivo en la Estrella de la Muerte. Ahora tengo un refugio en la luna de Endor muy cuco (que es un eufemismo de pequeño, vamos a ver si nos entendemos) en un paraje boscoso. Tiene sus contras y sus pros, como todo en la vida, pero por lo menos me sirve para descansar mis molidos huesos tras las jornadas agotadoras batallando por ahí. Ya os iré contando cómo es en sucesivas entradas de este blog.

El Sr. Skywalker cabalga solo. Bueno... solo, lo que se dice solo no es cierto. Mis pequeños Jedis Luke, Obi-Wan y Anakin están ahí conmigo dando guerra, presentando batalla y dispuestos a perpetuar el apellido Skywalker durante mucho, mucho tiempo. ¡Temblad, tropas rebeldes! Os espera un combate duro contra los nuestros. La guerra no ha terminado, solo han cambiado un poco los contendientes.

¡Que la fuerza os acompañe!