jueves, 30 de junio de 2011

No es fácil ser el Sr. Skywalker.

Para los que crean que cualquiera puede ser yo, siento deciros que es algo muy difícil. Ved, si no, la gente que lo intenta todos los días y no llega.




Humildemente dedicado a los grandes Carlos Latre y Constantino Romero (la Voz).

martes, 28 de junio de 2011

Gases Imperiales.

Ya sabéis el viejo recurso de los guionistas malos: si algo no hace mucha gracia, añádele un poco de "cacapedoculopis" y, por lo menos, la gente se reirá un ratito.




O no.

miércoles, 22 de junio de 2011

¡Whaka, whaka, eh, eh!


- ¿Llevas los tiques de la cena, Arturo?
- Sí, Leia.
- ¿Y el bañador? Que mira que todos los años acabamos en la piscina y luego es un empastre.
- Sí, lo llevo. Pero lo del verano pasado fue porque la selección de la galaxia ganó el Mundial y había mucha alegría. No creo que este año pase igual.
- Bueno, bueno, princesa prevenida vale por dos.
- ¿Nos falta algo más? ¿No, verdad?
- No, creo que no, Arturo.
- Bueno, pues vamos a bajar de una vez, que ya estarán todos los vecinos sentados y cenando. Siempre tenemos que ser los últimos. Fijo que el Altosybajos ha acabado ya con el vino bueno. Ya está aquí el turbo-ascensor.
- El caso es que tengo la sensación de dejarme algo en casa. ¿A ti no te pasa a veces que llevas como un run run en la cabeza...?
- ¡¡¡LOS NIÑOOOOS!!!


Las fiestas de la Estrella de la Muerte es lo que tienen: que estresan más que al Papa de turismo por Afganistán. Bueno, por lo menos a cualquiera que, como yo, esté en la comisión que las organiza. El motivo de estas celebraciones es que ya ha acabado el cole y eso da mucha alegría... sobretodo a las chicas que trabajan de canguro y a los que organizan campamentos de verano, porque alegría a los padres, lo que se dice alegría, como que poca. 

La cosa dura casi una semana con actividades por las las tardes. Lo del primer día empieza siendo de un tamaño que, entre todos los padres que formamos la comisión, lo podemos tener bajo control. Juegos típicos para niños: el pañuelo, las sillas musicales, las carreras de sacos (Aquí ya es donde un padre se tiene que ausentar de la organización para acercar a urgencias a un niño que se ha abierto la cabeza. Nada grave, a Dios gracias), los play backs, la cuchara y el huevo, las cucañas (que creo que en otros planetas les llaman piñatas), etc. Mucho dolor de cabeza por el griterío de los chavales, pero bien. Más gritan en la bolsa de Nueva York y sobreviven. Al día siguiente, el baloncesto, el pádel para los padres, futbito, parchís, ping-pong... En este caso ya hay que salir de la Estrella de la Muerte para ir a unas pistas de basket cercanas, donde nos las tenemos que ver con algunos alienígenas y otros seres que suelen poblar este tipo de canchas porrerodeportivas. No, pero si no pasa nada. Nunca ha habido sangre por esto. Sencillamente llegamos diez o doce padres vestidos todos igual, con treinta o cuarenta niños, con las pelotas y con nuestras propias redes para las canastas y la verdad es que imponemos. Casi todos los años se han marchado a oír el reggaeton a otro sitio sin rechistar. Al final, medallas para los críos y agujetas para los padres.

Al tercer día de fiesta cambiamos el suelo seco y firme por la piscina. Castillos hinchables, toboganes y demás artilugios del demonio para que los pequeños bárbaros salten, griten y se den chapuzones sin control. Carreras de natación, juegos y música terminan de decorar la tarde. Como si de una tradición secular se tratara, acabábamos tirando a la socorrista -vestida con una camiseta blanca, por supuesto- al agua para la alegría de los padres. Este año, la empresa que lleva el mantenimiento de la piscina, ha cambiado a la jovencita salvavidas por un maromo ciclado de casi dos metros y cara de pocos amigos. Creo que ya es hora de ir terminando con las tradiciones absurdas. ¿No?

Y el día grande, el gordo, el importante, es el de la cena. Primero, para que no nos molesten, damos unos bocatas, fanta y montañas de patatas fritas a los niños y les ponemos a ver una película sentados en el suelo. Le llamamos "cine de verano". Qué original. Al que se lo puso deberían darle un Goya. Sea como fuere funciona y nos dejan tranquilos casi dos horas. Nosotros tenemos la fiesta en la cocina, quicir, mientras Andrés, nuestro Ferrán Adriá particular, se trabaja un arroz a banda que no se lo salta un gitano, los demás miembros de la comisión revoloteamos a su alrededor como los buitres sobre la carroña en la sabana africana, pero con una diferencia: los buitres no pueden volar sosteniendo una cerveza en la mano. Nosotros sí.

- Andrés: ¿No se te está pasando un poco?
- Tú sí que te estás pasando. ¡Tres pueblos, malandrín!
- Oye, para mí que le falta un poco de sal.
- Y a ti te falta un riego y no te lo digo a todas horas, pesado.
- Pues mi madre tiene un truco infalible: le pone una pizca de vinagre al agua de cocer y así el pescado suelta más sustancia.
- Pues dile a tu madre que venga y lo haga ella, porque yo me voy. No os aguanto.
- Yo a esto le echaría más arroz. Vamos a quedarnos cortos.

En las mesas no falta de nada: vino, gaseosa, cerveza, refrescos, ensaladillas, patatas bravas, sepia plancha, calamares y embutidos. Todo lo necesario para que cuando llegue el arroz nadie tenga ya hambre... pero se lo coma sin rechistar. ¿Por qué? Porque está muy bueno. Las cosas como son. Durante la cena tiene lugar el sorteo de la rifa para sacar fondos para la fiesta del año que viene y, como colofón, el esperadísimo y universalmente aclamado espectáculo pirotécnico a cargo del Sr. Skywalker. Ya os imaginaréis los que conozcáis el planeta Che: aquí todo lo celebramos con pólvora.

Y después, todo buen yantar tiene que ser bajado. ¿Cómo? Pues a la española: bailando. Montamos una verbena en menos que canta un gallo -con un mp3 y unos altavoces- y así, gracias a los Village People, Shakira y Conchita Velasco movemos el esqueleto y le damos al roncola o al mojito hasta que los niños ya no aguantan más tiempo despiertos y nos piden de rodillas que les acostemos. Bueno, por eso y por la vergüenza que les entra al ver a sus madres cantando y bailando a pleno pulmón el "Se acabó" de María Giménez. Sí, los pobres. A veces no somos conscientes de estar creándoles un trauma imposible de superar a lo largo de sus vidas. Eso de ver a tu santa madre levantándose la falda y aireándose los bajos con ella dando vueltas sobre sí misma y descalza... ¡Buff! Eso es muy difícil que se te olvide. Eso, si no es con psicólogos...

Y a la mañana siguiente carrera popular para todas las edades: vuelta a la manzana (no llega a un kilómetro, que no se asuste nadie) y horchata para todos. ¿Quieres repetir? Pues el año que viene más.

Qué cansado ¿no?


viernes, 10 de junio de 2011

Como te digo una co, te digo la o.


Hace unos días mostraba al mundo mi indignación desde este medio, y hasta me solidarizaba con la juventud que se manifestaba en distintas ciudades contra la crisis, los políticos y la manera en que los segundos gestionan la primera a beneficio de unos pocos y contra la mayoría de nosotros, los ciudadanos de la galaxia, que pagamos con nuestro esfuerzo el desatino de los que nos han metido en este lío. Sus razones son mis razones y su indignación es mi indignación. Nada ha cambiado desde que escribí la entrada. Nada, salvo que, de aquella juventud enfurecida, heterogénea, plural y hasta educada y pacífica poco queda ya.

Hoy, los telediarios muestran otra cara de la protesta: la de unos pocos jóvenes, antisitemas y perroflautas en su mayoría, en unas actitudes poco pacíficas y con unas intenciones poco democráticas. Continuar con las acampadas a día de hoy, cuando la gran mayoría ha decidido desmontarlas por su poca efectividad y el rechazo generalizado de comerciantes y vecinos, solo demuestra que no tienen nada mejor que hacer ni sitio mejor donde ir. En lugar de campamentos donde reunirse, de foros donde debatir -think tanks, que diría un pedante- , de icono de rebeldía juvenil, han devenido en auténticos poblados chabolistas, cutres y antihigiénicos. Su inicial reclamo para despertar las conciencias de todos nosotros pierde efectividad conforme pasan los días. Cada vez queda menos gente en ellos y cada vez, esa gente es menos representativa de la sociedad a la que pretende representar.

Por otra parte, pretender boicotear las tomas de posesión de ayuntamientos, parlamentos autonómicos y diputaciones provinciales, elegidos en democracia es, además de un delito contra el Código Penal Galáctico, un ejercicio de dictadura. Lo que han decidido las urnas, bien decidido está, aunque no nos guste. Hemos visto como algunos de estos jóvenes increpaban por la calle a los políticos que iban a sus respectivos lugares de trabajo. A mí tampoco me parece bien que haya representantes públicos imputados en casos de corrupción, pero eso no me autoriza a zarandearlos cuando me cruzo con ellos por la calle. Los ha elegido el pueblo, a lo mejor equivocadamente, pero no puedo decir que no me representan. Los perroflautas que se manifiestan frente a los edificios oficiales no han sido elegidos por nadie, no se representan más que a ellos mismos.

Pretender cambiar el sistema es una aspiración legítima, sana e irreprochable. Que la juventud se manifieste es democrático, lógico y esperable en una sociedad como la nuestra. Querer cambiar el sistema a golpe de barricada o de sentada no es el camino. El otro día manifesté mi apoyo a los que desean que todo esto cambie, pero estas no son formas. La única forma admisible en una democracia es presentarse a las elecciones. Si se presentan y me convencen les votaré, y si ganan me alegraré. Por todos ellos y por mí.

martes, 7 de junio de 2011

Yo también estoy indignado



Ahora que se habla tanto de los "indignados", de los acampados de la Puerta del Sol, del movimiento 15 M, de Democracia Real, de los desalojados en Barcelona, de los de otras ciudades y de toda esta fiebre de protestar que le ha subido a nuestra juventud, creo que ya era hora de que demostraran  que no están de acuerdo con lo que está pasando en la galaxia, ni con el paro que hay, ni con la crisis que han provocado los bancos, ni mucho menos con la clase política que vive con sus corruptelas y sus peleas partidistas y tan de espaldas a la realidad, a lo que realmente interesa y preocupa a los ciudadanos. 

Ahora que, por fin, nuestra juventud despierta del letargo de botellón y operaciones triunfo y sale a la calle a hacerse ver, a decirle al poder que no quiere ser cómplice de toda la chapuza nacional, que no quiere ser la "generación perdida", que no está de acuerdo con que los (dos) partidos políticos se repartan el pastel, que quiere que haya listas abiertas para poder tener la oportunidad de apartar a los candidatos salpicados o, en muchos casos, enfangados hasta el cuello en asuntos de corrupción. Esa juventud que soporta los índices de paro más altos de Europa pese a estudiar y prepararse como la que más, que no ve claro su futuro ni siquiera conformándose con que la contraten en prácticas, con becas, con contratos basura... como sea con tal de emanciparse de sus padres y poder plantarle cara al futuro.

Esa juventud que se rebela, como hicieron sus padres en mayo del 68, que quiere insuflar aire fresco a las viejas ideas de los que nos gobiernan, que no se resigna a que los bancos sigan obteniendo, año tras año, beneficios a costa de la crisis que ellos han provocado, mientras los trabajadores que no pueden pagar la hipoteca pierden sus casas y, lo que es peor, tendrán que hacer frente a una deuda durante toda su vida, una deuda con el mismo banco que les tasó muy por encima del valor de mercado aquellas casas. Y por si fuera poco, como esas propiedades cada vez valen menos, los políticos pierden el culo en ir al rescate de los "pobres bancos" expuestos al ladrillo. Bancos que cierran sucursales, despiden a sus empleados y se juntan con otros bancos -muchas veces contra natura- con tal de acceder a las ayudas de los gobiernos, o sea, a nuestro dinero, al dinero que cada vez nos cuesta más ganar y a ellos menos repartir.

Esos miles de jóvenes, víctimas de campañas de desprestigio por parte de los medios paniaguados del poder, que los llaman perroflautas, vagos, violentos y todo lo que se les ocurra con tal de callar sus voces, de silenciar su enfado con la clase política que mira para otro lado, que no quiere ni oír hablar de corrupción, de clientelismo, de falta de ideas para paliar la crisis en la que estamos inmersos. Todos esos que claman justicia contra los que mandan, prosperan económicamente y malgastan el dinero endeudando al contribuyente, mientras los funcionarios y los pensionistas son cada vez más pobres, mientras salen a la luz casos y casos de corrupción y no rueda ninguna cabeza, ni hay una dimisión, ni un cese. Esos que desprecian a los sindicatos por su cortedad de miras, por su nula representación  de los trabajadores, por su descarado silencio cómplice del gobierno que les otorga subvenciones millonarias a pesar de los atropellos cada vez peores a los más débiles.

Ahora que hay voces que se atreven a discrepar de lo políticamente correcto y a rebelarse contra lo que está pasando, que son capaces de pasar noches a la intemperie, de soportar incomodidades, cargas policiales desproporcionadas, insultos, acoso sexual. Ahora que llevamos casi un mes viéndolos por la televisión, leyéndoles en Twitter, en Facebook y en foros mil, ahora que son una realidad, me estoy dando cuenta de que yo también estoy indignado.

Sí, amigos, yo también me quiero rebelar contra la injusticia que estamos sufriendo los ciudadanos de la galaxia a manos de los que nos gobiernan y los que les aplauden . Yo también quiero salir a la calle y gritar:

¡Basta ya! ¡Indignémonos! ¡Protestemos hasta que nos escuchen! ¡Viva la Spanish Revolution!

¡Jóvenes: uníos a mí y juntos dominaremos la galaxia!

domingo, 5 de junio de 2011

Las Dos Ruedas toman la galaxia. (Episodio II)


Seguimos con el relato del Día de la Bici del Colegio Público Canciller Palpatine, celebrado el pasado 31 de mayo. El episodio que viene a continuación es el más gustoso, pues en él se narra la parte alimenticia del evento, que, como veréis, no dejó indiferente a nadie en toda la galaxia.

11:30 AM

Los papás nos secamos la baba que nos caía después de ver el espectáculo protagonizado por los pequeñines y charlamos alegremente en corrillos sin ser conscientes de lo que se avecinaba. En el patio, junto a una ventana que da al comedor del colegio, se encuentran dispuestas varias mesas con unos manteles de papel. Varias empleadas de la empresa de catering que gestiona dicho comedor, ataviadas con sus batas blancas y sus gorritos, muy higiénicas ellas, recogen algunos platos con comida que otras camareras van entregándoles a través de la ventana. También llevan botellas de cerveza, vino tinto y blanco, gaseosa, agua y algunos refrescos con burbujas. Al ver lo que sucede, las tropas imperiales, que se encontraban cerca de la escena, se abalanzan sobre las mesas y toman posiciones... Bueno, tomar, toman de todo. ¡Y a dos manos! Los demás -papás y maestros- intentamos como podemos acercarnos para contemplar el espectáculo desde una posición todo lo privilegiada que nos permiten las fuerzas del orden. Mientras, las camareras sacan y sacan y vuelven a sacar platos, tenedores y vasos de plástico para tantas manos y bocas hambrientas por el esfuerzo del pedaleo.

- "¡Ostras, croquetas, qué pinta más buena!".
- "Bueno, te dejo, ya charlaremos en otra ocasión, que se están bebiendo toda la cerveza".
- "¿Dónde hay más tenedores?".

Los ojos saliéndose de las órbitas al personal daban idea de lo rico que estaba aquello. No quisiera aburriros con el menú, pero allí, sobre las mesas, había de todo. Y en cantidad. Gambitas con ajetes y habitas, calamares a la romana, verduras a la plancha, croquetas, albóndigas de bacalao, morcillitas y choricitos fritos con cebolla pochada, pisto manchego, pan de pueblo recién hecho, etc, etc, etc. Lo que se dice una orgía de almuerzo. Además, no sé cómo lo hacían, pero la cerveza fresquita y el vino con gaseosa no se acababan nunca. El personal, allí de pie, charlaba (poco, que ya se sabe eso de "oveja que bala, bocado que pierde") sin dejar de mirar las mesas y asombrarse de la velocidad a la que se vaciaban los platos y eran repuestos por las eficientes camareras.

- "¿Me acercas el vino?".
- "Claro, toma, no te lo acabarás".
- "¿Que no? No me conoces. Yo, cuando me pongo...".

Y para terminar el ágape y que no nos fuéramos de allí con sabor a salado, nos obsequiaron con gazpacho fresquito a todos los que pudimos acercar el vaso vacío a las jarras que asomaban por encima de las cabezas de los concurrentes. Así da gusto ir en bicicleta ¿no?

1:00 PM (o 13:00 sin PM ni AM que valga)

Las camareras nos echan de allí amablemente con el viejo truco de llevarse los platos y las botellas vacías y no reponerlas. Estará muy visto, pero sigue siendo bastante efectivo. Tambaleándonos por lo comido y lo bebido, y con la locuacidad que otorgan los vapores etílicos, despejamos el lugar charlando alegremente.

- "Hay gue ver lo mayores gue esdán dus dos hijos gemelos esde año, ics."
- "¿Mis hijos? Yo no dengo hijos, ics, solo una hija".
- "Ah, perdona, ics, ya decía yo gue me hablaban a la vez, ics".


Nadie se atrevió a coger un vehículo, nave o bicicleta por temor a que a la Guardia Civil Galáctica se le hubiera  ocurrido montar un control de alcoholemia por los alrededores del colegio, aunque, pensándolo bien  -cosa que en aquellos momentos no era posible-, ellos hubieran sido los primeros en fundir las maquinitas de soplar. ¡Joder, cómo bebían los picoletos! Pero por si las moscas, los papás y las mamás nos marchamos caminando en dirección a la pinada, hacia las zonas de pic-nic que hay cerca de allí con sus mesas y sus bancos corridos. ¡Gracias, Ayuntamiento, por pensar en nosotros y nuestro estado! La verdad es que una siestecita bajo los pinos venía muy bien a esas horas.

- "Zzzzzzzzz".


14:30 JKLM

Despejados, lo que se dice despejados no estábamos, para qué nos vamos a engañar. A algún iluminado se le ocurrió la genial idea de que nos tomáramos un café y, los que nos pudimos despertar, nos dirigimos a uno de los bares de la pedanía que hay junto al colegio. Hicimos tiempo charlando hasta que se acercó la hora de volver a casa. Un breve txirimiri nos quiso advertir de lo arriesgado que resulta programar  actividades al aire libre en primavera, pero no fue a mayores, gracias a que usé mis trucos jedis y todo el poder que da la Fuerza para echar a la nube puñetera de allí.


15:30 BMW

Todos sobrios ya y montados en las bicis de nuevo, estamos listos para iniciar el camino de vuelta al planeta Che. Primero, las tropas imperiales dan la salida entre aplausos (y eso que ya no había pájaros por los alrededores para molestar, pero bueno...) a los de la ruta del sur y después a los de la nuestra. Los pequeñines, esta vez desde dentro del colegio a causa de las cuatro gotas que cayeron, nos despiden con su acostumbrado agitar de banderas. Empieza el viaje de vuelta.

Alguna caída, algún sustillo sin importancia y, sobretodo, mucha morriña por poner el punto y final a tan agradable jornada, y fuimos acercándonos a nuestro destino. Se acabó el Día de la Bici por este año. El que hace veintiséis, según me contaron algunos padres más veteranos que yo, y el que hace uno para un servidor. Puedo asegurar que si me lo permiten mis obligaciones de autoridad imperial, el año que viene repito. Vamos que si repito.

jueves, 2 de junio de 2011

Las Dos Ruedas toman la galaxia. (Episodio I)


"Inolvidable", "encantador", "emocionante", "fantástico", "imprescindible", ... Harían falta muchos más adjetivos para describir la sensación que se me quedó al llegar a casa después de participar  por primera vez en el Día de la Bici. Me parece que ya os he dicho que no es la jornada que patrocina el Ayuntamiento del planeta Che -que es en septiembre-, ni el de la Unión Galáctica Europea, ni nada de eso; es el que se celebra en el colegio de mis pequeños Jedis cada año, coincidiendo con el último día del curso que hay clase por la tarde, o sea, el 31 de mayo. Y cómo lo organiza, madre mía, cómo lo organiza. Mejor será que lo cuente y me deje de adjetivos.

8:50 AM

Concentración junto a la Estrella de la Muerte del (numeroso) grupo de ciclistas que vivimos por la zona. Allí acudimos mi pequeño Obi Wan y yo con nuestros velocípedos y nos encontramos a algunos maestros Jedis convenientemente uniformados para que se les distinga de los papás. Me ofrezco voluntario y me colocan un brazalete identificativo. Soy autoridad. Los niños me temen. Mi palabra es ley.

-"¡Oye, tú, niño, calladito y sin salirse de la fila!".
- "Sí, Milord, ahora mismo".
- "¡A ver cómo te portas, que te tengo fichado!".

Las tropas imperiales, coordinadas a la perfección y montadas en sus vehículos, nos escoltarán todo el camino y se encargarán de que ninguna nave, caza o carguero espacial nos corte el paso. Colocamos a los niños en fila de a dos y esperamos la señal de la Guardia Civil Galáctica para empezar la marcha. Obi Wan se sitúa con los de su clase. Yo, en un lateral guardando la formación.

9:00 AM

Con puntualidad británica comienza la marcha hacia el planeta boscoso donde está el Colegio Canciller Palpatine. El camino es precioso: huerta, casas de agricultores, campos de arroz que ahora se encuentran inundados para la siembra, naranjales. El día acompaña y un tímido sol espera a que pasemos, agazapado  tras las nubes, para no quemar la delicada piel de los pequeños padawans. Atravesamos dos o tres poblaciones rurales menores con sus alquerías tapizadas de buganvillas, geranios y murcianas, y se van incorporando a la serpiente multicolor los niños que salen de ellas. Estamos en el Parque Natural de la Albufera. Es primavera. Vamos a la marcha que dictan los pequeños, los de 9 años, que hábilmente hemos situado en cabeza. No hay prisa. Hay que disfrutar el día. La Guardia Civil galáctica cumple su cometido a la perfección: una moto en cada cruce, cada rotonda, cada semáforo, para que no nos paremos y circulemos seguros. Cierran la carrera dos furgonetas escoba, por si las caídas -que las hubo, pero sin importancia-.

- "¡Niños: guardad la fila o saco la espada láser!
- "¡Tú, el de rojo, como te vuelva a ver cruzarte con la bici te congelo en carbonita pero ya!"

9:45 AM

Conforme vamos llegando al colegio se escucha el griterío. Los más pequeñitos, entre los que está mi pequeño Anakin, nos esperan en la entrada agitando unas pequeñas banderitas hechas por ellos mismos. La emoción hace que se me escape una lagrimilla, que gracias al casco-máscara no se aprecia, lo que evita restar prestancia a mi imponente aspecto de Lord Sith. Y así, de dos en dos, vamos entrando al centro escolar donde dejamos las bicis en un lado del patio.

10:00 AM

Los que ya hemos llegado nos situamos junto a los pequeños, sus maestros y sus papás, formando un grupo más numeroso para dar la bienvenida al otro pelotón, el que viene por la otra ruta, la de los pueblos del sur, que, como la nuestra, circula organizada hacia el colegio. Aplausos, banderitas, gritos... los pobres pájaros que observan desde los árboles están muertos de miedo. Creo que van a emigrar hacia el norte en busca de calma y silencio un mes antes de lo que les tocaba. Las maestras Jedis recogen a los pequeñines y se los llevan a clase a ponerles el casco y subirlos a sus bicis. 

10:15 AM

Aparecen los padawans de tres, cuatro y cinco años en fila por la puerta y salen de la escuela. Más aplausos. Las madres lloran de emoción. Algunos llevan ruedecitas cogidas al eje trasero porque no saben montar todavía. Las maestras los acompañan hacia la playa corriendo a su lado donde dan la vuelta a una rotonda y vuelven hacia el cole. Es su ruta. Está hecha a la medida de sus piernecitas. Las tropas imperiales vigilan que no pasen otros vehículos que no sean los oficiales de la organización. Todo está saliendo de maravilla. Les vemos entrar de nuevo en el colegio entre aplausos, gritos y, no sé si lo había dicho ya, banderitas.

- "¡Ay, mi niño, qué guapo va!"
- "¡Mira el Jonatan, qué gracioso; el casco es más grande que él!"

Definitivamente, garcetas, patos y charranes abandonan el parque natural un mes antes de lo que les toca buscando el sosiego y la paz de otras tierras, otros humedales más al norte, donde poder dormir a pata suelta unas horas más.

- "No vuelvo a pasar el invierno en el planeta Che. Tanto ruido genera estrés y se me caen las plumas".


Próximamente, en una galaxia lejana, el episodio II.